
Los simpatizantes y militantes de ambos partidos se movilizaron para estar frente a un televisor a eso de las diez de la noche y las mocedades de ambos partidos no fueron una excepción, ofreciendo el desparpajo y el colorismo que sólo la juventud, y otros aditamentos que por falso pudor no voy a exponer, puede ofrecer. La lozania murciana no fue una excepción y tanto los efébos populares como los nuevos rojos dieron muestra de fidelidad cuasi irreverente a sus respectivos lideres.
Leo con interés en un periódico regional, que incluso ilustra con expresivas fotografias el histórico encuentro, que seis miembros de las juventudes de ambos partidos quedaron para ver juntos el espectáculo. Gran ejemplo de tolerancia y madurez política dirán unos, falta de televisión con plasma en el domicilio dirán otros, incluso el más atrevido aventurará un guiño a la galeria orquestado por la prensa...obviamente si, si a casi todo, en especial a lo último.
No tengo demasiada simpatia por las juventudes de los partidos mayoritarios, y no voy a caer en tópicos de pijos ni palestinas al cuello, que podría, pero estos grupos de futuros mitineros suelen albergar a algo más que a niñatos con afán de protagonismo o simples idealistas con poco fuste, y es que la sombra del apesebramiento es alargada y la devaluación de los títulos universitarios (en el caso improbable de que se posean) hace que muchos se tengan que buscar la vida casi de cualquier manera. Obviamente, la política sin ser el oficio más antiguo del mundo ya se ejerce desde hace bastantes siglos y suele ofrecer acolchados y oropelados sillones a todo aquel que no sabe destacar en casi nada en esta vida, salvo en la facilidad para hacer genuflexiones y reverencias.
Además, nadie les toma en serio, el resto de gente joven los ve como bichos raros, cuasi estigmatizados que están ahí por algo, y sus partidos los relegan a meras comparsas faciles de recompensar con dos o tres puestos, nunca de salida, en la lista electoral de turno o un puesto de auxiliar adjunto de la fotocopiadora de alguna dependencia oficial.
Aún recuerdo a las mocedades populares provistas de unas camisetas verde pistacho que ofendian a las dioptrías más sufridas, jaleadas por ese especie de mini jou de Mariano Rajoy que creo preside las Nuevas Generaciones a nivel nacional o los nuevos rojos, sin afeitar por supuesto, arqueando los dedos haciendo el simbolo de la ceja de su impenitente jefe bajo la docta batuta de Pepe Blanco. ¿Quién puede tomar en serio algo así?
Tal vez yo soy muy perfido, fruto de que la juventud es algo efimero que todos vamos dejando, tal vez mis ojos no pueden descubrir al futuro Cánovas o Sagasta, al que tengo justo enfrente de mí, colocando un cartel o viendo en un bar, con algo tan luctuoso como una cerveza, el debate para la presidencia del gobierno, pero los ejemplos que todos conocemos me hacen ser realista aún sin querer generalizar, y viendo el historial de más de uno parece que no voy demasiado mal encaminado.