
He llegado a las trescientas entradas con El Concilio Ibérico, y estoy muy orgulloso y satisfecho por ello. Una nueva oportunidad para agradecer a mis lectores su fidelidad y benevolencia a la hora de juzgar la calidad de los artículos de este humilde rincón de internet, ese, junto con un deseo inequívoco de plasmar mis ideas y pensamientos y compartirlos con vosotros ha sido mi única intención.
Tras este número de entradas, tengo que señalar que estoy orgulloso del trabajo realizado, de la constancia que he mantenido y de la respuesta que he tenido por vuestra parte, tanto en comentarios y sugerencias, con recuerdos particulares a mi señora madre que no le he transmitido, así como en número de visitas.
Es mi propósito mantener los parámetros que han caracterizado a este blog desde su nacimiento allá por el verano del año 2006, diversificando contenidos y exponiendo todo lo que me interesa con una especial atención a una de mis máximas preocupaciones, España, pero también con especial referencia a mi tierra, Murcia. Nunca me ha preocupado nadar en contracorriente, estos dias lo estáis viendo, pues creo que lo importante es mantener la coherencia y el saber estar, que los principios e ideales no son mutables con independencia de que estén o no de moda.
Nunca se ha excluido a nadie en esta bitácora, las únicas limitaciones son la educación y el respeto a los principios comunes que rigen nuestro Estado de Derecho, a partir de ahí la polémica y el contraste de opiniones son más valorados, incluso, que las palabras de ánimo o reconocimiento, aunque estas también se agradecen y mucho.
Por eso, y como en tantas ocasiones, gracias, muy sinceras gracias a todos, porque sin vuestro aliento diario tal vez no hubiese llegado hasta aquí.