
La nueva marea roja sacude consciencias, intoxica las mentes y enfrenta a los pueblos, empezando a mostrar su verdadero rostro, el de las tiranias comunistas del nuevo milenio. Hace unas semanas, la activista venezolana Martha Colmenares era vilmente atacada en su bitácora personal con una censura del más puro estilo staliniano, muy presumiblemente por esbirros del caudillo venezolano, desde aquí quiero hacerle llegar, aunque tardío, mi modesto y sincero aliento de ánimo.
A los pocos dias de jugarse los venezolanos su libertad, seriamente tocada de muerte si la llamada reforma constitucional del antiguo golpista sale adelante, los disturbios aumentan en las calles de Caracas, y una ola cada vez más amplia de opositores hace temblar hasta al mismísimo pupilo de Fidel.
Un gesto de dignidad, tan elocuente como la lucha de esta intrépida bloguera o la de los miles de ciudadanos que claman contra el golpe encubierto, han sido las declaraciones del mandatario colombiano Álvaro Uribe, en la fotografía junto al Presidente de FAES, cortando por lo sano las pretensiones de injerencia que pretendía Chávez en su supuesta mediación con las FARC.
Uribe con sus aciertos y errores siempre me ha parecido una persona razonable, de lo mejor que va quedando en el Cono Sur, y su actitud hacia Chávez me parece un ejemplo muy importante a seguir por otros mandatarios de la zona, que si bien no han caido en las redes del encantador de serpientes de la gorra roja como Evo u Ortega, si que mantienen una actitud o tolerante o distante con el brabucón macaco que se cree la reencarnación de Simón Bolivar. Confío en que todos los ciudadanos y gobernantes de la América Latina sepan ver a tiempo la amenaza que tienen por vecino, y de paso que el Gobierno de Zapatero aprenda un poco del presidente colombiano que ha sabido, desde la consciente y declarada humildad de su nación, frenar en seco las ansias de dominación ideológica del mamporrero rojo.