07 octubre 2008

Marichaladas

Aunque llamemos, eufemísticamente, a una separación marital cese temporal de convivencia, además de para demostrar lo rico de nuestro léxico para poco más puede servir. Por eso, cuando hace un año la infanta Elena y su esposo Jaime de Marichalar hicieron público ese rumboso anuncio muchos acudimos, sin éxito, al Código Civil en búsqueda de esa fictio iuris, que como digo, sólo puede servir para denominar metafóricamente a algo que el común de los mortales conocemos con un término bastante más coloquial.

Reconozco que de nuestra Familia Real, el que más me gusta es Marichalar, un singular noble que nunca ha tenido pudor en mostrarse como es y que sorprendió a propios y extraños rescatando del santoral un nombre tan poco común, pero al mismo tiempo, interesante como el de Froilán. Éste fue el signo que me evidenció que habría que seguir de cerca a este personaje, la gomina y la capa española, a falta de espada, sólo me confirmaron en aquel aserto cierto tiempo después.

Pelillos a la mar, y mención aparte su atrevimiento para combinar colores y aderezos del más clásico vestir masculino, el hijo de la Condesa viuda de Ripalda, que diría Peñafiel, ha recobrado parte de su protagonismo perdido al vinculársele, presuntamente, con el consumo esporádico de sustancias estupefacientes.

Y es que la revista Época ha aireado a los cuatro vientos que este consumo ocasional de drogas podría ser alegado por la hija mayor de Juan Carlos en el proceso de nulidad matrimonial para cesar, definitivamente supongo, la convivencia con el susodicho.

En los mentideros de la Villa y Corte parece que ha corrido como la pólvora tal información en virtud de la cual la, todavía, pareja ha emitido un comunicado conjunto donde niega los hechos, esgrime acciones legales como respuesta e intenta que la descendencia no se vea perjudicada ante un asunto tan feo como el que conlleva ser tildado como un consumidor, da igual si ocasional o regular, de drogas.

Veremos como termina esta historia, y si el tiempo da o quita razones sobre un rumor que ha salpicado en más de una ocasión al esposo de la hija mayor del primer inquilino de Palacio.

3 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Dicen q la filtración del consumo procede del entorno marichalino, a fin de hacer saltar la liebre y que luego no pueda usar ese argumento su contraparte...

Alfonso Saborido dijo...

Yo como católico y andaluz que soy, propongo que se haga un estudio sobre si existe algún típo de maleficio en el altar mayor de la catedral de Sevilla. El que se casa allí termina divorciándose, perdón, ejem, anulándose.

Imperator dijo...

Pues procesalmente puede tener su utilidad, claro que es un poquito arriesgado.

Siempre se puede coger a los "afectados" por el altar mayor y rociarlos con agua bendita para ver la reacción química, no? ;)

Saluditos.