Borbonadas

Como ha cambiado Juanito desde que acudía a las festividades de exaltación del 18 de julio en La Granja detrás de Franco, calladito e impasible el ademán, en espera de que cayese la designación a título de Rey. Ahora, en otro movimiento magistral de supervivencia y adaptación a los tiempos, el Jefe del Estado, garante de la unidad y permanencia de su casa sale a la palestra glosando las virtudes de un presidente democrático.

No ha sido el recientemente fenecido Calvo Sotelo el objeto de las regias y cariñosas palabras, tampoco Adolfo Suárez artifice de la Transición, del mismo modo ni Felipe ni Aznar fueron nunca explicitamente calificados por el jefe de los borbones, ha sido Zapatero el que ha sabido grangearse las más finas, sensibles, y casi íntimas palabras por parte de Juan Carlos I.

Causan estupor las declaraciones hechas por el suegro de Leticia sobre un presidente en activo, habiéndo blasonado la Corona de su imparcialidad, y quitando argumentos a sus tristes defensores para argumentar la existencia de una institución que aglutinase en torno a ella a todas las sensibilidades bajo el paragüas común de la monarquia de todos y merced al sugestivo meneo del Bribón bajo las cálidas aguas mediterráneas.

Ahora resulta que el rey lo es de todos los españoles, pero de unos más que de otros a tenor de las simpatias que un proyecto político, capitaneado por un hombre íntegro, recto y honesto (sic) le suscita a su regia persona, en detrimento de otras opciones partidarias tan legitimas como la zapateril.

Con afirmaciones como éstas cada dia me siento un poquito más republicano, aunque no creo que se produzca el efecto contrario en otros, claro que cada cual debe saber jugar sus cartas, y es que ante todo, y visto lo visto, lo importante es la supervivencia.