Juan Carlos I de Borbón y Borbón cumple setenta años de edad, buena parte de ellos como Rey de España, con un aparente beneplácito social, político y mediático fomentado por una cuidada imagen de proximidad y cercania orquestada hábilmente por la Casa Real y aledaños.
A pesar de que en los últimos años, y merced a gran parte de la clase política dominante, se ha ido acrecentando el republicanismo de la ciudadania debido a una actitud más o menos activa de la izquierda y los separatistas y cierta pasividad de la derecha, la Monarquia Parlamentaria parece haberse hecho un hueco en un sistema político que tiene en la desintegración territorial su máximo enemigo, que casualmente es el mismo que el del trono, aunque eso no siempre se vea respondido en actuaciones coherentes, o contundentes, por parte del Jefe del Estado.
El sucesor a título de rey del General Francisco Franco, una figura excepcional según señaló el todavía principe de España en 1978, es identificado por mérito propio con el advenimiento de la Democracia, no sólo por ser el artifice principal de la desarticulación del antiguo régimen, sino por su actuación ante la intentona golpista, aún con demasiadas sombras, del 23-F.
Juan Carlos I, consciente del difícil equilibrio de poderes existente en España ha centrado su actuación en una aproximación hacia la izquierda más o menos moderada y la asunción de ciertas aspiraciones de los separatistas (veáse lo relativo a los regimenes preautonómicos articulados por el presidente del gobierno designado digitalmente) bajo la falsa premisa, por incumplida, de calmar las ansias secesionistas,y un cierto distanciamiento de la derecha, en la inteligencia de que contaba con la adhesión ancestral de estos últimos, todo ello sazonado con una gran dosis de cercania y campechanismo germen de revista de peluquería y programa de tintes rosas.
Indudablemente, la labor del rey de todos los españoles ha fomentado, más que una adhesión mayoritaria a la causa monárquica una relación de afecto entre el pueblo y este rey que se ha venido en denominar juancarlismo, que antepone por definición el personalismo del individuo que ostenta la corona a la magistratura en sí misma, error a mi juicio, que puede pasarle factura a su sucesor, en el supuesto de que la situación política permita otros treinta años de Monarquía Parlamentaria.
La izquierda, por definición y apasionamiento nunca será monárquica, juancarlista o borbónica, los separatistas tienen a tiro su objetivo y en la derecha el rey produce sentimientos encontrados, mientras unos le piden abiertamente la abdicación, otros funden los ataques contra su persona con los ataques contra la patria misma, curiosa situación que debería de hacer pensar al inquilino del Palacio de la Zarzuela.
La Casa Real y su majestad particularmente, siempre ha dado importancia, y mucha, a las opiniones que sus actuaciones producian en los medios de comunicación, en la inteligencia acertada o no, de que esa sería la opinión de su pueblo, el desgaste actual de la Corona, ha querido superarse con actuaciones como la visita a las españolísimas Ceuta y Melilla, una deuda histórica cuyo aplazamiento era injustificable o las declaraciones de un Rey de las Españas mandando callar al macaco venezolano que el tiempo dirá si suponen un volantazo a la actitud aparente de pasividad hacia ciertas cuestiones nacionales o simples anécdotas de telediario.
A mi juicio, su majestad sin perder el norte de lo que ha sido su vida y quienes propiciaron su llegada al trono, debe reconducir ciertas posturas excesivamente tolerantes o comprensivas hacia los enemigos de España, que casualmente, o no tanto, son los mayores enemigos de su corona.
A pesar de que en los últimos años, y merced a gran parte de la clase política dominante, se ha ido acrecentando el republicanismo de la ciudadania debido a una actitud más o menos activa de la izquierda y los separatistas y cierta pasividad de la derecha, la Monarquia Parlamentaria parece haberse hecho un hueco en un sistema político que tiene en la desintegración territorial su máximo enemigo, que casualmente es el mismo que el del trono, aunque eso no siempre se vea respondido en actuaciones coherentes, o contundentes, por parte del Jefe del Estado.
El sucesor a título de rey del General Francisco Franco, una figura excepcional según señaló el todavía principe de España en 1978, es identificado por mérito propio con el advenimiento de la Democracia, no sólo por ser el artifice principal de la desarticulación del antiguo régimen, sino por su actuación ante la intentona golpista, aún con demasiadas sombras, del 23-F.
Juan Carlos I, consciente del difícil equilibrio de poderes existente en España ha centrado su actuación en una aproximación hacia la izquierda más o menos moderada y la asunción de ciertas aspiraciones de los separatistas (veáse lo relativo a los regimenes preautonómicos articulados por el presidente del gobierno designado digitalmente) bajo la falsa premisa, por incumplida, de calmar las ansias secesionistas,y un cierto distanciamiento de la derecha, en la inteligencia de que contaba con la adhesión ancestral de estos últimos, todo ello sazonado con una gran dosis de cercania y campechanismo germen de revista de peluquería y programa de tintes rosas.
Indudablemente, la labor del rey de todos los españoles ha fomentado, más que una adhesión mayoritaria a la causa monárquica una relación de afecto entre el pueblo y este rey que se ha venido en denominar juancarlismo, que antepone por definición el personalismo del individuo que ostenta la corona a la magistratura en sí misma, error a mi juicio, que puede pasarle factura a su sucesor, en el supuesto de que la situación política permita otros treinta años de Monarquía Parlamentaria.
La izquierda, por definición y apasionamiento nunca será monárquica, juancarlista o borbónica, los separatistas tienen a tiro su objetivo y en la derecha el rey produce sentimientos encontrados, mientras unos le piden abiertamente la abdicación, otros funden los ataques contra su persona con los ataques contra la patria misma, curiosa situación que debería de hacer pensar al inquilino del Palacio de la Zarzuela.
La Casa Real y su majestad particularmente, siempre ha dado importancia, y mucha, a las opiniones que sus actuaciones producian en los medios de comunicación, en la inteligencia acertada o no, de que esa sería la opinión de su pueblo, el desgaste actual de la Corona, ha querido superarse con actuaciones como la visita a las españolísimas Ceuta y Melilla, una deuda histórica cuyo aplazamiento era injustificable o las declaraciones de un Rey de las Españas mandando callar al macaco venezolano que el tiempo dirá si suponen un volantazo a la actitud aparente de pasividad hacia ciertas cuestiones nacionales o simples anécdotas de telediario.
A mi juicio, su majestad sin perder el norte de lo que ha sido su vida y quienes propiciaron su llegada al trono, debe reconducir ciertas posturas excesivamente tolerantes o comprensivas hacia los enemigos de España, que casualmente, o no tanto, son los mayores enemigos de su corona.
4 comentarios:
Juan Carlos = rey perjuro y sin honro como todos los borbones. ¿Por qué una vez en el trono no abdico en favor de su padre?
Sólo el interes mueve a los "bobones".
Un saludo español
Interes o no el papel del Rey a sido fundamental para la democracia de España, y es indudable e indiscutible la gran labor que ah llevado y lleva nuestra majestad.
Siento decir y lo digo con todos mis respetos que cualquier excusa que se busque, y poner en duda la integridad de Don Juan Carlos no sirve de nada para aquellos republicanos de mal.
Viva España y Viva el Rey.
viva nuestro monarca juan carlos de borbon y borbon, saludos
"La Casa Real y su majestad particularmente, siempre ha dado importancia, y mucha, a las opiniones que sus actuaciones producian en los medios de comunicación"
Tanto que cuando no le gustaba lo que oía, intentaba amordazar a los periodistas que le criticaban.
"el tiempo dirá si suponen un volantazo a la actitud aparente de pasividad hacia ciertas cuestiones nacionales o simples anécdotas de telediario."
El mensaje navideño ha confirmado que lo de Chile fue un mero espejismo. Daba pena.
En fin, feliz 2008 y felices Reyes, aunque sea con retraso. Un saludo.
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