Don Manuel avisa

El presidente fundador del Partido Popular lo ha dicho claro: el congreso de Valencia tiene que ser de verdad, no a la búlgara. Manuel Fraga siempre se ha caracterizado por no tener pelos en la lengua, auque a veces tampoco le han hecho falta para obligar a más de uno a agudizar su miembro auditivo para entender las perlas emanadas de la boca del vetusto senador.

Don Manuel, puede gustar más o menos, pero de tonto no tiene un pelo, y si bien la senectud siempre hace estragos, y en él no es una excepción, el que fuese ministro del Generalísimo sabe que el concláve de junio es vital, no sólo para la renovación de su partido sino, en el caso de que continúe el Registrador de Santa Pola, incluso para su cohesión y unidad interna.

Y es que a mi nunca me ha seducido Mariano Rajoy, ni antes ni después del resultado electoral, por más que algún bloguero con tintes de autodenominado titiritero (con actitudes acreditativas de tal condición) se haya empeñado en manifestar lo contrario, y es que los problemas de comprensión lectora son tristemente frecuentes en nuestro sistema educativo. Otra cosa bien distinta es alabar determinadas actuaciones que Rajoy haya podido protagonizar, todo ello con la misma libertad que se critican otras, y con el mismo libre albedrio con el que Fraga se despacha cuando ve a un periodista, por citar un ejemplo plástico.

Como iba diciendo, el que fuera responsable de información y turismo cuando los estertóres de la unidad de destino en lo universal, sabe que al Partido Popular, tal vez incluso a Rajoy, le conviene un verdadero congreso y no un baile de salón, eso era para los que se lo podian permitir, es decir cuando se gobernaba y hasta con mayoria absoluta.

Todos los dias estamos viendo como las baronías y arciprestazgos populares están inquietos, que los cambios preconizados en nombre del centrismo descafeinado no gustan a la militancia (que al fin y al cabo es la que te mantiene el chiringuito) ni a buena parte de las auténticas personalidades del partido, todo esto nos lleva a concluir la necesidad de una alternativa a lo que simboliza Rajoy, Soraya o Celso, y que los compromisarios decidan, pero al menos que se les de la oportunidad de poder optar; y todo esto es lo único que está pidiendo Fraga, y es que ya lo dice el refrán popular, los viejos y los niños (junto con los borrachos) son los únicos que dicen la verdad.